El agua nos quita la sed, nos permite asearnos, lavar los alimentos, disuelve las sustancias de que se alimentan las plantas, etcétera. La contaminación es, por desgracia, un proceso que ha acompañado al progreso humano. Todo paso que el hombre ha dado hacia adelante ha llevado consigo un paso hacia atrás para la siempre afectada naturaleza.
Todo lo que hacemos trae una consecuencia y, en nuestro caso, ha sido negativa en muchas ocasiones para nuestra propia vida. Las personas contaminan sin comprender las secuelas que trae su accionar. Sólo les importa lo que directamente les afecta. La contaminación de nuestras fuentes naturales es un peligro en verdad extremo para cualquier ser vivo y, tarde o temprano, estaremos todos en la lista de afectados por una manera de actuar inconsciente y desconsiderada con nuestro ambiente. La contaminación de las aguas provoca efectos gravísimos como la distorsión de los ecosistemas y de las fuentes de alimento y la destrucción de la belleza natural.
Sabemos que sin el agua nuestra vida no es posible y nos resulta absolutamente natural contar con ella todos los días. Por eso a menudo la desperdiciamos y, lo que es peor aún, la contaminamos con fertilizantes, pesticidas y desechos de todo tipo.. Estos elementos llegan al mar por medio de ríos y arroyos, sin recibir ninguna clase de tratamiento, por lo que el daño ecológico que se le produce a la vida marina es gravísimo.